jueves, 7 de agosto de 2008

Las cárceles canarias no disponen de traductor pese a tener 800 extranjeros

Ni el Centro Penitenciario Tenerife II ni el de Salto del Negro cuentan en su plantilla con un intérprete que ayude a los funcionarios a atender correctamente a los internos. Ni siquiera hay un traductor de inglés, y mucho menos de wolof, por lo que son los propios presos los que hacen de traductores de sus compañeros.

La precariedad de los centros penitenciarios canarios sigue saliendo a la luz, ya que a las continuas denuncias de los sindicatos alertando de la masificación y de la falta de medios que sufren las prisiones, ahora se une el hecho de que, pese a que la extranjera es probablemente la población reclusa mayoritaria, ninguna de las cárceles del Archipiélago cuenta con un solo intérprete.

En Tenerife II la llegada de extranjeros es continua, hasta el punto de que ocupan la práctica totalidad de los tres módulos destinados a presos preventivos, es decir, que son alrededor de 400, y en Salto del Negro la situación es si cabe peor, puesto que si bien el número de presos extranjeros es similar, la situación de masificación es peor que en la prisión tinerfeña, llegándose a dar el caso de que envían a muchos de estos presos extranjeros a Tenerife II ante la falta de espacio.

Así las cosas, las prisiones cuentan con más de 800 presos extranjeros es imposible concretar la cifra exacta por tratarse de una población que varía prácticamente a diario, y ni un solo traductor para atender sus demandas e incluso para informarles de las normas. “No es que no haya traductor de wolof o idiomas africanos, es que no hay ni siquiera de inglés o francés, y todo lo hacemos gracias a los conocimientos que nosotros mismos tenemos, aunque en la mayor parte de los casos lo que hacemos es pedir la colaboración de algún otro interno. Afortunadamente en su mayoría los subsaharianos son gente muy tranquila y educada y nos facilitan mucho nuestro trabajo”, explica un representante del sindicato mayoritario en Tenerife CSI-CSIF.

La comunicación entre los internos y los funcionarios de prisiones se ve así muy mermada “y en muchas ocasiones logramos entendernos por pura mímica”, explica este responsable sindical que ademas añade que “nos ha pasado en más de una ocasión que sabemos que un interno está enfermo porque nos hace el gesto de tocarse la barriga o la cabeza”.

Y es que esta es una variante más. El hecho de que ni ellos sepan expresarse en castellano ni los funcionarios dominen lenguas tan complejas como las africanas, o el ruso o rumano, complica el diagnóstico de las dolencias que pueden sufrir y es una vez más la ayuda de los propios compañeros de prisión la que posibilita que se les pueda atender correctamente.

Algo similar ocurre con las visitas que los abogados suelen realizar a sus clientes en prisión.

“En la mayor parte de los casos se trata de abogados de oficio y no pueden disponer de un traductor exclusivo para ellos, así que hacemos un poco la vista gorda y permitimos a uno de los internos que conozca el idioma hacer de intérprete en el momento de acudir a la cita y ayude a su compatriota en su defensa. No es demasiado correcto desde el punto de vista reglamentario, pero es que somos nosotros, los trabajadores, los que tenemos que buscar soluciones para todo y a corto plazo”, indica el sindicalista.

Mafias africanas

Y es que entre los muros de los centros penitenciarios las cosas se ven de otra manera muy diferente y el encontrar a alguien que hable tu idioma es fundamental; así, este funcionario explica que “es muy triste comprobar cómo las mafias que están operando en África utilizan a estas pobres personas para mantener su negocio. A muchos de ellos los engañan y les dicen que tienen que hacerse pasar por el patrón del cayuco y que pasarán unos días en prisión pero que luego saldrán. Si no lo hacen, les dicen que irán a su país de origen y matarán a sus familias. Cuando llegan aquí y consiguen a alguien con quien entenderse hablando, le preguntan que cuántos días estarán encerrados y cuando se les dice que seguramente serán años, es muy duro verlos llorar.”

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