martes, 12 de agosto de 2008

El blindaje fronterizo atrapa a 3.000 africanos en Marruecos

John Bull nació en Liberia hace 31 años. Desde hace dos, mendiga en la puerta de las mezquitas de Oujda (Marruecos) para sobrevivir. Su novia cruzó el Estrecho en patera hace dos meses. Él vive cerca, en un campamento improvisado en un bosque llamado La Collogne, junto a varios nigerianos, dos cameruneses, un congoleño y un etíope. “Esperamos la oportunidad de cruzar en patera y algunos ya hemos entregado 1.400 euros a la mafia”, revela Bull. ¿Y si os engañan y desaparecen con el dinero? “Sabemos dónde viven todos y dónde vive su familia”, responde con una sonrisa malévola.
No es fácil para un subsahariano esperar en Oujda. “En Casablanca y en Rabat vivíamos en casas, pero aquí nadie nos las quiere alquilar”, lamenta el camerunés Ekio. “No podemos subir a un taxi, coger un bus ni encontrar trabajo. Es como vivir en una cárcel”, resume Bull.
La población y las autoridades han dejado de ver a los subsaharianos como aves de paso. El blindaje de Ceuta y Melilla y el control del Estrecho han dejado a 3.000 africanos atrapados en Marruecos, sobre todo en Oujda y Berkán. El asentamiento ha traído problemas, a menudo derivados de las actividades de las mafias nigerianas. “No todos somos iguales. Yo mismo huyo de ellos”, dice el nigeriano James Eppo.

BUSCA Y CAPTURA
En Marruecos hay una veintena de nigerianos en busca y captura. En Oujda trafican con personas y drogas y falsifican dinero. Basta con darse una vuelta por para darse cuenta de que no todos los subsaharianos viven igual. Nigerianos con coche propio, ropa de marca y móviles de última generación peinan la zona continuamente. Allí nadie quiere fotos.
“Ellos hacen cosas malas y nosotros lo pagamos. De vez en cuando aparece por aquí la policía, coge a unos cuantos, los expulsa a Argelia y al día siguiente vuelven. Lo peor de esas redadas es que nos queman el campamento”, explica Bull. “Sobrevivir aquí no es difícil – – tercia el etíope Brahim – – . La gente nos da monedas y la comida es barata. Pero en Argelia la policía me robó todo el dinero que tenía para pagar a la mafia y ahora no puedo ir ni para adelante ni para atrás. Es desesperante pensar que aquí voy a morir. Quizá me marche a Libia. Allí al menos puedes trabajar mientras esperas”.

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